24.8.12

Me estoy hundiendo en lo más profundo del infierno, gobernada por las penas que me dejaron los silencios. Y digo mentiras que me pesan una tonelada en la conciencia, y me abro buscando mi alma, para sacarla de mi y dejar de sentir, y me encierro en mi cuerpo culpandomé. Y termino sin siquiera intentar; buscando un poco de paz, buscandoté desesperanzada. 
Es amarnos, lastimarnos, distanciarnos y extrañarnos. Estúpidos circulos que no me sirven de nada, a los cuáles me volví adicta. Una adicción, una obsesión que de a poco me consume, me hiere y que defiendo. Y luego olvido, suprimo: lás lagrimas, las miserias, la humillación; tengo el despreciable talento de sentir que le debo mi vida a todo el mundo que dependo de ellos. Y sí, dependo de sus ojos mirandome entre toda la gente. Y me culpó, y lo perdono cuándo en realidad nunca se arrepiente. Entonces, en días puede venir y decirme que me ama, puede abrazarme y vamos a jugar de enamorados una vez más. Es un lobo, y yo un cordero despreciable, manipulable, triste, necesitada. ¿Dependiente? Sí, lo soy y, tal vez, lo sea toda mi vida... Mientras, inventaré un personaje autosuficiente y seguro que nadie comprará. 
¿Quien me obliga a ser así? Me destruyo, muero. Vuelve y me revive. Con él es paraíso; él es el paraíso. Sus ojos, su sonrisa, su voz, sus abrazos, su espíritu, sus melodías, sus chistes son el paraíso. Recordar que no estoy más en el paraíso me deja en lo más profundo del infierno.