25.7.12


El timbre. Él. Llegó con el afán de verme/verla, de asegurarse que no podría superarlo, de que jamás borraría sus recuerdos. Quería sentir su alma desplomarse a sus pies, asegurarse de que era de él y lo iba a ser siempre. Y ella lo impidió.
 - Decime que nunca una nabaja rozó tu piel mientras rogabas tener el valor de hacerlo más fuerte. No quiero terminar con mi vida, quiero terminar con mi dolor - Dijiste - Sé que el amor es malo, y duele pero es la única esperanza que me queda, la única razón que me dan para seguir respirando. - No. Por favor, quedate - Te supliqué. Y las lágrimas surgieron de nuestros ojos, naturales.
De vez en cuando ella era su única compañía; cuando no era su enemiga, era su amiga. A veces confundo lo que pasa en mi cabeza con la realidad. Se mimetizan y no soy yo. Se mezclan y revivo.