9.3.12

Lloré desconsoladamente, lloré hasta que mis ojos ardían y dolían, lloré hasta poder dormirme esperando no despertar jamás. Lloré por lo estúpida que soy y porque me di cuenta que lo soy, porque nada nunca en la vida va a hacerme feliz, porque, sí, te ví, pero no fué suficiente. Cuanto te necesitaba, esa necesidad de verte y seguir teniendo ganas de vivir, de algo. Y tengo miedo de que un día no estés y te lloré para siempre, o que yo no esté y no me llores nunca (y, para ser francos, los dos aspiramos lo nombrado). ¿Volvemos? Volvamos, haceme feliz y no te vayas nunca jamás en toda nuestra eternidad ¿Porque tanta obsesión? Puta imaginación que crea ilusiones de palabras inexistentes, y puta realidad que nunca se asemeja a lo que yo sueño. Te ví, te olí, te sentí, te toqué. Me abrazaste, y como extrañaba esos abrazos, pero no se asemejaba lo mas mínimo a lo que yo quería, lo que aspiraba. Esperaba que me vieras, me abrazaras; que me hayas extrañado una milésima de lo que te había extrañado yo y que nunca más te alejarás. Y no, no te importó en lo mas mínimo. Puta yo que no merezco felicidad, y así la vida me lo demuestra.